Vivir con la persona amada es un compromiso de vida; formar un hogar, disfrutar de la presencia de los seres fruto del amor compartido, es una ilusión, una vocación que el hombre y la mujer llevan en la profundidad de su corazón: la vocación al matrimonio, a establecer una comunidad de vida y amor.
El proceso que lleva no es complicado, pero tiene su importancia. Es indispensable prepararlo, porque el día en que un hombre y una mujer deciden unir definitivamente sus vidas sea de verdad un paso consciente, madurado, motivado por el amor que les ha hecho avanzar y superar las dificultades propias de aprender cada día a dar y recibir.
Es posible si los prometidos saben dialogar; abrirse el uno al otro con sinceridad y confianza; acogerse a medida que se comunican con profundidad, autenticidad y sin engaño, sus vidas. Es un proceso en el que el diálogo tiene un papel importante. Dialogar significa escuchar sin prejuicios, comprender al otro desde su mismo interior, esforzarse en entender sus opiniones, el por qué de las discrepancias, y fortalecer más a partir de lo que los une. La propia familia puede ser la gran escuela donde aprender las virtudes y valores de la nueva familia que se quiere fundar. El amor recibido de los padres, aunque hoy la vida y experiencia de las personas mayores no parece ser muy valorada, puede aportar muchas vivencias y ejemplos
de entrega y de sacrificio heroicos, como lugares de referencia Y ayuda para muchas situaciones de la vida. El círculo de amigos con los que se comparten joyas y dificultades, es un medio que ayuda también a madurar en las propias opiniones Y a descubrir la importancia de saber superar las normales dificultades a través del auténtico diálogo, que evita cerrarse sobre uno mismo. La Iglesia, se ofrece para acompañar a los jóvenes prometidos en este proceso tan importante de la vida, invitándoles a hacer una reflexión para descubrir toda la riqueza del matrimonio cristiano. Esta reflexión se puede hacer de muchas maneras. Casarse por la Iglesia no es buscar una justificación para vivir juntos; es querer vivir el amor y desde el amor. Ahora bien, los cristianos no sólo tenemos un ejemplo de lo que es el amor y cómo debe estimarse, la entrega hasta la muerte de Jesús, sino que la riqueza de su amor llega, viene al encuentro los esposos a través del sacramento del matrimonio, que, vivido desde la fe, envuelve toda la vida conyugal como manifestación del mismo amor de Dios.
Para hacer comprender, descubrir y vivir en el futuro como familia cristiana, la Iglesia ofrece diversas posibilidades que recomienda fervientemente para alimentar la vida de fe familiar: grupos parroquiales, movimientos familiares. Si quieres conocer los diferentes movimientos familiares presentes en Barcelona, clica aquí.