Cuando decidís casaros en la iglesia hay que ir a la parroquia más cercana de donde vive el novio o la novia. Allí han de iniciar el expediente matrimonial y le informarán de los pasos a dar. Ir a la parroquia, es más importante que saber cuál será el restaurante, el fotógrafo, o incluso la misma iglesia donde desea casarse. Los papeles que necesitará para hacer el expediente matrimonial son muy pocos: la fe de bautismo, la partida de nacimiento, de ambos y un certificado conforme ha seguido un curso de preparación al matrimonio. El Rector de la Parroquia donde se hace el expediente matrimonial es el responsable de esta preparación prematrimonial, y si no la hace él mismo debe autorizar previamente el lugar en la haréis. Por lo tanto, consolteu a él antes de buscar donde hacer el curso prematrimonial. La fe de bautismo y las partidas de nacimiento tienen una caducidad de seis meses, para que en las partidas hay unas notas marginales que pueden ser importantes a la hora de casarse. En principio no son necesarios más papeles. En algunos casos le pueden pedir algún certificado de soltería y dos testigos que testifiquen que sois solteros, si es que ha cambiado de residencia. Hay prometido que reservan con mucho tiempo día y hora en la parroquia que se quieren casar. A veces nos dejamos llevar por la moda de buscar “lugares bonitos” en detrimento de la misma celebración de la fe. Lo ideal es casarse allí donde se ha crecido como cristiano, en el seno de la comunidad con la que se celebra la eucaristía o en la que iréis a vivir. Si lo hace así, recibirá el sacramento del matrimonio en el seno de la comunidad en la que compartir o compartiréis la fe. Es esencial en la vida matrimonial cristiana orar y participar de ls sacramentos de la reconciliación y la eucaristía. No se deje llevar por las modas. Debe intentar que el día de la celebración de la boda, vosotros y todos los invitados, quienes formareis la asamblea, pueda participar con la oración, el canto, la escucha de la Palabra, de lo que ocurre, a fin que sea una celebración de fe, del amor de Dios que recibe, se dé y desea vivir. Es cierto que es una celebración festiva, pero evite convertirla en un audición de canciones con solistas, que poco o nada tienen que ver con el sacramento del matrimonio. Lo mismo se puede decir de las flores. Una cosa es que la iglesia esté adornada, otra llenarla de tanta flor que dificulte tener conciencia que encontrarse en un lugar de oración, y contradiga la cierta austeridad que debe haber en toda celebración religiosa.