Se han establecido normas que dificultan, a veces impiden y, en ningún caso, aceptan como válido el matrimonio de quienes son parientes en línea recta, es decir entre hermanos. A partir de aquí, sin embargo, puede darse el caso de que los prometidos tengan un parentesco más o menos próximo. Si los prometidos son primos hermanos, deberán pedir permiso al Obispo para poderse casar. Los motivos son más de orden médico que religioso, a la vez que hay un cierto pudor a la sociedad que más bien tiende a no crear nuevas familias a partir de parientes muy próximos.